El Diario | 03.08.2018
- Controles policiales durante 24 horas a pesar de ser una frontera Schengen provocan un goteo diario de migrantes y refugiados rechazados en la zona fronteriza de Irún-Hendaya
- Francia hace firmar a los expulsados un documento que, según una ONG, no les informa de su derecho a disponer de 24 horas para hacer llamadas o tener asistencia letrada
Iker Rioja Andueza / Miguel M. Ariztegi
Es martes 31 de julio en la zona fronteriza de Irún-Hendaya. Militares con uniforme de gala de España y Francia se preparan a media tarde para el solemne traspaso de soberanía de la pequeña isla de los Faisanes, un condominio único en el mundo en el que durante seis meses al año ondea la bandera rojigualda y durante el resto del tiempo la tricolor. La buena vecindad dentro de la gran Europa se escenifica con la interpretación de los himnos de ambos países. El islote inhabitado, de 3.000 metros cuadrados, brota en medio del río Bidasoa, la muga natural. A ambos lados, dos puentes permiten el tránsito internacional, el de Santiago y el de Behobia. Un poco más al Este hay un tercer paso por autopista, el peaje de Biriatou. Es una más de las fronteras invisibles del espacio Schengen. ¿O no? Desde 2015 este punto es también un muro igualmente invisible para migrantes y refugiados provenientes de África u Oriente Medio. Noche tras noche, día tras día de este verano un goteo de jóvenes –y otros no tanto- ven roto su sueño al toparse con el ‘ne pas passer’ de la Policía Nacional francesa, a la que no le tiembla el pulso con rechazos en frontera y ‘devoluciones en caliente’ que dejan a decenas de ellos vagando por las calles de Irún lejos de casa y lejos de su destino.