17. Juni 2018 · Kommentare deaktiviert für Aquarius: 144 der Angekommenen ins Krankenhaus · Kategorien: Italien, Libyen, Spanien · Tags: ,

El País | 17.06.2018

Operación Esperanza

Lágrimas y abrazos en el desembarco del ‘Aquarius’: “Good bye, my friend”

144 de las 630 personas atendidas han sido trasladadas a hospitales

Naiara Galarraga Gortázar, María Martín

Reward, un nigeriano alto y delgado, es el último en desembarcar del Aquarius, el barco que hace ocho días recogió a 630 migrantes frente a las costas de Libia. „Gracias, gracias, muchas gracias“, dice un lloroso J. al despedirse de los enfermeros que le han cuidado y de los rescatadores que le han salvado la vida. Por fin han pisado tierra firme en Valencia, invitados por el nuevo Gobierno socialista. „Confío en España“, ha escrito en inglés Mok en su camiseta, en agradecimiento al país que recibe al grupo al que Italia rechazó. En el mismo lugar de cubierta donde hace ocho días los recibieron de noche empapados en agua y gasolina con un ¡bienvenidos!, los miembros de MSF y SOS Mediterraneé los han despedido este domingo. Uno por uno. Por sus nombres y con un abrazo, ante la atenta mirada de guardias civiles y médicos españoles, ataviados con monos blancos, mascarillas y guantes, en un desembarco que ha acabado en torno a las 17.40. Además, 144 de las 630 personas atendidas han sido trasladadas a hospitales.

Los barcos de Salvamento Marítimo, la Guardia Civil, la lancha de la ONG Proactiva Open Arms, que también salva vidas en el Mediterráneo, eran una avanzadilla del gran despliegue en los muelles para recibir a Pogress, a Ibrahim, a Moses, a Mok, a Nana, a Reward, a Jessica, a Jack….

Acababa de amanecer en Valencia cuando el primer barco de la flotilla del Aquarius, el Dattilo, de la Marina de Italia, asomaba su proa por la bocana del puerto. Esperándolo ya había un contingente de 2.300 personas, entre voluntarios, traductores, médicos y policías y más de un centenar de periodistas, en pie desde las cuatro de la madrugada. El Dattilo ha atracó sobre las 6.50 ante la expectación generalizada. Los médicos de Sanidad Exterior, equipados con monos blancos, guantes azules y mascarillas, han sido los primeros en entrar para comprobar el estado de salud del pasaje y la existencia de enfermedades infecciosas. Tomaban la temperatura con termómetros infrarrojos. A varios pasajeros les han puesto mascarillas. La Cruz Roja coordinaba todo el operativo de recepción con traductores y personal de apoyo tranquilizando a los recién llegados.

La salida de los 274 migrantes del primer buque, uno de los dos aportados por Italia para que el grupo pudiera arribar a España y donde viajaban cerca de 60 menores no acompañados, fue más lenta de lo que se pensó. El número de heridos leves era mayor de lo esperado, presentaban quemaduras por la mezcla del gasoil y el agua de mar y cinco de ellos tuvieron que desembarcar en silla de ruedas, según ha detallado el subdirector de Emergencias de la Generalitat de Valencia, Jorge Suárez. „Están muy aturdidos. Ellos desembarcan y lo primero que ven son personas que van con mascarillas, cascos de protección y luego entran en una especia de gincana“, ha explicado Suárez. Los migrantes zarparon en patera desde Libia entre el viernes 8 y el sábado 9. Desde entonces han estado en alta mar, primero en riesgo mortal, luego sumidos en la incertidumbre a la espera en alta mar a que las autoridades italianas les dieran un puerto seguro y luego en una travesía que ha durado cuatro días incluidos varios de mala mal para llegar a un país que ninguno tenía en mente. Ellos daban por supuesto que, de sobrevivir, irían a Italia.

Ninguno de ellos ha podido comunicarse por teléfono con sus allegados desde el rescate porque no tienen teléfono o no lo tienen cargado. La llegada a puerto ha estado marcada por los selfies en cubierta.

Los que viajaron a bordo de los navíos de la Marina italiana no estaban acompañados de personal de las ONG, que no pisan barcos militares. El estado de shock en el que parecían estar algunos de los migrantes retrasó el proceso de reseña policial y entrevistas personales, ha puntualizado el portavoz. La única mujer embarazada del primer pasaje fue trasladada al hospital. Desde el muelle 1, a unos 200 metros del lugar del desembarco, podía verse a los pequeños recorrer la escalerilla con una pequeña mochila roja a la espalda. Son las mochilas que la noche del rescate recibió cada uno con un botellín de agua, galletas energéticas, una manta, un pantalón de chándal, una camiseta, calcetines, una toallita y las mujeres una chaqueta de chándal. Los que han viajado en el Aquarius han recibido estos días cepillo de dientes, pasta, calcetines limpios; y ellas, también bragas.

Tras el primer reconocimiento médico, los migrantes han pasado a las carpas donde un contingente de 356 policías y funcionarios les esperaba para identificarles, tomarles huellas y fotografías. „Hasta ahora ninguno traía documentos“, ha informado el inspector jefe de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras, Bernardo Alonso. Alonso también ha despejado, por fin, las dudas sobre el estatus que recibirán los recién llegados: una autorización de estancia de 45 días por motivos humanitarios. Además de esa autorización de residencia, se ha entregado a los pasajeros una presolicitud de protección internacional, con fecha y hora, para una cita en la que formalizar un pedido de refugio. Entre los documentos hay un tercer papel en el que, al firmarlo, se manifiesta su voluntad de ir a Francia.

Así se lo ha explicado a los pasajeros del Aquarius Selin Cakar, la encargada de asuntos humanitarios de MSF a bordo. „Os voy a dar una información importante. Sentaos todos. Cuando bajéis os van a dar tres formularios para rellenar: uno para solicitar una estancia de 45 días en España, otro para pedir asilo en España, y otro para pedir asilo en Francia. Y siempre podéis pedir un traductor“, les ha explicado en inglés. Sendos compañeros lo han traducido al árabe y al francés. Chamsouidine Ali, uno de los migrantes de Comores, miraba desconcertado. Solo habla su lengua.

Este tercer escrito es una novedad en el operativo, después de que Francia se ofreciese este sábado a trasladar a su territorio a los migrantes que quieran establecerse allí. Abogados del turno de oficio, presentes en el operativo, han informado a este periódico que todos están firmando los dos primeros documentos, mientras que los más interesados en la oferta de Francia son los argelinos y marroquíes, dos nacionalidades a las que España expulsa de su territorio con rapidez gracias a los acuerdos bilaterales en materia de inmigración. En los tres barcos viajaban 43 argelinos y 11 marroquíes que recibieron la noticia de que se dirigían a España con preocupación.

El Aquarius tardó cuatro horas en aparecer por el horizonte. Ha llegado al muelle minutos antes de las 11.00, dos horas más tarde de lo previsto. A bordo viajaban 58 mujeres y 48 hombres que celebraban su proximidad de la costa. „Estoy contento, nos van a cuidar. Nuestra vida no es fácil“, decía Ibrahim cuando el barco aún estaba acercándose al puerto. Los miembros de MSF que aguardaban en el muelle, han comenzado a aplaudir emocionados a sus compañeros. Antes de atracar ya había a bordo varios médicos y guardias civiles. Algunos de los agentes estaban armados, pero se han mantenido más alejados del pasaje. A las 12.24, ha comenzado el desembarco. Los primeros en salir han sido dos hombres jóvenes, que lloraban y abrazaban a los médicos y rescatadores que les salvaron de una muerte casi segura en el Mediterráneo hace ya ocho días. „Good bye, my friend [adiós, amigo]“, se despedía de ellos la enfermera irlandesa Aoife. „Au revoir, mon amie“, decía con un abrazo un rescatador, Ludo.

El tercer y último barco, el Orione, de la Marina Italiana, ha finalizado el desembarco de sus pasajeros sobre las 17.40 de este domingo.

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La Stampa | 17.06.2018

Calzolai, professori e bambini. Il popolo dell’Aquarius è a Valencia

Finisce la traversata disperata della nave dei migranti che l’Italia non ha voluto, tra i 629 naufraghi ci sono 130 minori senza genitori. L’orgoglio degli spagnoli: siete a casa. L’accusa delle Ong: “L’inazione dell’Europa è criminale, ha messo a serio rischio vite umane”

Francesco Olivo

Ogni volta che all’orizzonte si intravedeva una costa partivano le domande: «È questa la nostra terra?». Non lo era Malta, la Sicilia, nemmeno la Sardegna, né la Corsica. «Stamattina finalmente abbiamo potuto dire: ecco, questa è la Spagna. Siamo arrivati».

La traversata disperata e irregolare dell’Aquarius finisce alle 11 al molo numero 1 nel porto di Valencia. Nove giorni in balia di ogni ostacolo possibile: il gommone che affonda nel momento del salvataggio, il freddo di notte, il caldo di giorno, la bufera e le onde di quattro metri. E poi quella lite tra governi che nessuno capiva, ma di cui tutti hanno pagato le conseguenze. «Dopo lo stop dell’Italia in due hanno provato a lanciarsi in acqua, temevano il ritorno in Libia», raccontano i volontari.

Quando il peschereccio rosso spunta dietro al molo, cala il silenzio sulla banchina. Tutti ne hanno parlato per giorni, ognuno aveva un’opinione, ma ora nessuno sa più cosa dire: l’Aquarius è qui davanti. Fermi sul molo i volontari si commuovono, salutano, poi battono le mani. Le uniche voci si sentono dalla nave, sono canti africani di felicità, di liberazione.

Valencia ci ha tenuto a mostrare il suo volto migliore al mondo intero, «ma soprattutto a questi 629 naufraghi che l’Italia non ha voluto», racconta Marta, volontaria della protezione civile, che sistema gli scatoloni in un padiglione che si riempie di esseri umani a lungo in balia dei governi. Malta e Italia che litigano, il resto degli Stati che assiste e si schiera. E poi il socialista Sanchez che compie il gesto di solidarietà che, al tempo stesso, è uno schiaffo all’Italia, «e non un regalo a Salvini», come ripetono dal ministero degli Esteri di Madrid.

Le operazioni di attracco

Le operazioni di attracco delle tre imbarcazioni sono durate più di sette ore, dall’alba, quando è arrivata con un colpo di sirena la Dattilo della Marina italiana, poi a metà mattina l’Aquarius e infine la Orione, quando erano ormai le due del pomeriggio. A ogni arrivo salgono a bordo medici e infermieri, una prima visita rapida e poi lo smistamento: le donne incinte in ospedale, i minori senza genitori (più di 130) verso un centro ad Alicante, gli altri all’identificazione con la polizia. Il loro permesso di residenza dura 45 giorni, dopodiché «si valuterà caso per caso chi ha diritto all’asilo e chi no», precisa il governo spagnolo. Le autorità locali insistono per concedere a tutti lo status di rifugiati, ma la Spagna teme di creare precedenti, visto che in Andalusia gli sbarchi iniziano a essere massicci.

Gli abitanti di Valencia, con qualche eccezione, mostrano orgoglio per essere diventati «il porto aperto», dopo che altri nel Mediterraneo li hanno chiusi. «Benvigudes a casa vostra», recita un grande cartello in valenciano su una banchina, con traduzione in castigliano, francese, inglese e arabo. Niente italiano e non è un caso.

Tanti onori, quindi, per chi negli ultimi mesi ne ha ricevuti pochissimi. Ed è un eufemismo.

Quando erano a casa

A bordo dell’Aquarius si rincorrono storie normali, che in un attimo prendono un piega spietata. Niente di diverso da quello che in Sicilia e in Calabria gli operatori ascoltano da quasi un decennio, ma oggi il mondo ha gli occhi puntati qui. Normalissima era, per esempio, la vita di David un professore di inglese nigeriano, con eleganza, nonostante tutto, e buon portamento scalfito dalle torture subite in Libia. «Sono andato a Tripoli perché ho trovato un istituto privato di buon livello – ha raccontato agli operatori di Sos Mediteranee – un giorno tornando a casa sono stato sequestrato, portato in un campo di prigionia dove mi hanno chiuso e picchiato per molti giorni».

La Libia ricorre nei racconti di tanti dei passeggeri sbarcati ieri: «Sono un calzolaio – dice il ghanese Mambie – nel mio Paese non trovavo più nemmeno il materiale per fare scarpe e cinture e sono arrivato ad Agadez e poi di lì a Tripoli, lì i neri come me non sono ben visti e mi hanno rinchiuso per sette mesi». L’unica opzione per sopravvivere era quella di scappare «anche se ho paura del mare, non mi pare vero di essere al sicuro, qui non mi faranno l’elettrochoc». Ibrahim è, invece, un tipo riservato, viene dal Senegal, ha 19 anni e andava bene a scuola, «ma mio padre è morto sul lavoro e i soldi non ci bastavano. Non ho detto a mia madre che avrei attraversato il Mediterraneo». Nel suo viaggio i guai sono cominciati in Burkina Faso e proseguiti più a Nord, «non posso dire cosa mi hanno fatto, mi vergogno a raccontarlo», dice abbassando lo sguardo.

«Sulla loro pelle»

Al porto di Valencia l’atmosfera è commossa, «eppure oggi si celebra una sconfitta – dice la presidente di Medici Senza Frontiere Italia, Claudia Lodesani -, l’Aquarius segna uno spartiacque. Il governo italiano canta vittoria, ma lo fa sulla pelle di questa gente, peraltro senza trovare una soluzione». Infettivologa, da poco tornata dal Sud Sudan, Lodesani risponde alle accuse alle Ong: «Ci chiamano scafisti, tassisti del mare, ma noi lavoriamo con la Guardia Costiera italiana. Se noi siamo scafisti, loro allora sono i coordinatori degli scafisti? È ingiusto solo pensarlo. La verità che la distinzione tra la Marina e noi operatori umanitari non ha senso». Le prese di posizioni di Salvini però sono nette: porti chiuse alle Ong: «Noi in mare ci vogliamo tornare, lasciateci il tempo di capire come. Non possiamo escludere l’Italia, fosse anche solo per una questione geografica».

I comandi contraddittori

La conferenza stampa degli operatori di Medici senza Frontiere e di Sos Mediterranee (un network di diverse Ong) segna il momento più teso: «L’inazione dell’Europa è criminale – attacca Sophie Beau – hanno detto che questa era una crociera». Ci sarà tempo per ricostruire i fatti, anche se Nicola Stalla di Sos Méditerranée, ufficiale di coperta della Marina Mercantile, coordinatore delle operazioni di bordo della Aquarius, avanza dettagli su «quei due giorni in cui abbiamo girato su noi stessi in attesa di capire cosa fare. È stato terribile, Roma coordinava, il ministero dell’Interno ci ha indicato Messina o Trapani come porti di sbarco. Scegliamo Messina e ci dicono di aspettare per la conferma definitiva». Poi la svolta: «Due ore di silenzio, seguito da una discussione con Malta. È stato surreale. Avevo sentito parole mirabolanti da alcuni politici, ma non pensavo si arrivasse al punto di mettere in pericolo le vite umane».

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