LA GESTIÓN DE LA INMIGRACIÓN
Melilla teme un alud de saltos de la valla antes de que el frío arrecie
2.000 inmigrantes se cobijan en el monte Gurugú en los últimos días para probar suerte
El nuevo alambre con cuchillas no disuade a los subsaharianos de intentar entrar
MAYKA NAVARRO
Hace tiempo que perdió la cuenta de las veces que en los ocho meses que permaneció agazapado en el monte Gurugú, en Marruecos, intentó saltar la valla para entrar en Melilla. Ayer, con la misión cumplida, a las puertas del centro de estancia temporal de inmigrantes (CETI) de la ciudad autónoma, Mohammed Camara, de 38 años, miraba al cielo y daba gracias a Dios por haber logrado el primer paso de un sueño que inició hace ocho años en Guinea. Este padre de tres hijos lo ha conseguido, pero al otro lado de la valla reforzada estos días con más alambre con cuchillas (concertina), cerca de 2.000 subsaharianos esperan para saltar en los próximos días. Serán sus últimos intentos antes de que arrecie el invierno y el frío les obligue a abandonar la montaña en la que se cobijan.
En Melilla hay ahora máxima alerta ante la presión migratoria. Y, pese a todo, la semana pasada 23 subsaharianos consiguieron entrar, esquivando las nuevas cuchillas de la valla unos, accediendo por mar a bordo de pequeñas embarcaciones neumáticas otros. Las autoridades locales son conscientes de que los inmigrantes lo van a intentar, y de que los nuevos tres kilómetros de alambre con cuchillas recién instalados no van a frenar sus sueños.
El delegado del Gobierno, Adbelmalik El Barkani, ya advirtió la semana pasada de que la ciudad sufría una fuerte presión migratoria. Se nota. Basta pasear por el perímetro de los 12 kilómetros de doble valla para identificar la presencia redoblada de vehículos de la Guardia Civil haciendo guardia.
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